jueves, 26 de abril de 2012

El Temor


El temor

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor tiene castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor. 1 Juan 4:18

INTRODUCCION
En más de alguna ocasión nosotros hemos sido víctimas del temor. El temor a padecer una enfermedad, las críticas, estar solo, al futuro, al fracaso, etc.

El temor no es de Dios, muchas veces es un espíritu queriendo provocar reacciones negativas. El temor es un arma sutil del enemigo llevándonos a la esclavitud, impidiendo inclusive que seamos usados por Dios.

Existen diferentes tipos de temores, pero debemos ser vigilantes. En lugar de vencer el temor mediante la voluntad propia, la autodisciplina, aferrémonos a la fidelidad de Dios. Nuestra única solución es clamar a Dios renunciando y rechazando todo temor, recibiendo a cambio ese perfecto amor que sólo por medio de Cristo podemos disfrutar.

I.          EL TEMOR Y SU ORIGEN
Cuando Adán estaba en el huerto gozaba de comunión perfecta con su creador, nada materialmente le faltaba, Dios suplía toda necesidad. No había ningún temor, estaba delante de Dios y él le visitaba de manera que le sorprendía, pues nada había malo en él.

Satanás, que se caracteriza por su ser sutil, engañó a Eva, llevando ésta finalmente a que Adán desobedeciera a Dios. Y fue hasta que desobedeció a Dios que se ocultó. Cuando Dios buscó a Adán, dice: “Se escondieron porque tuvieron temor” (Gn. 3:8-10). El temor entonces tiene su origen en satanás, quien lleva al hombre a padecer este sentimiento. Todo temor no es una mera sutileza mental, puede inclusive llegar a ser un Espíritu que esclavice.

Otra posible causa de padecer temor es el hecho de no haber tenido un padre durante la niñez. La ausencia de un padre terrenal puede haber provocado heridas en el alma, que de no ser sanadas pueden afectar en el desarrollo de nuestra vida.

II.        EL TEMOR Y SUS CONSECUENCIAS
El temor es capaz de producir crisis nerviosa, insomnio, preocupación, indecisión inclusive opresión. En la Biblia encontramos un sinnúmero de ejemplos, hombres y mujeres víctimas del temor.

El gran siervo Elías, al enterarse del mensaje de Jezabel tuvo temor, llegando al punto de pedir la muerte bajo el enebro (1 R. 19:1-21). Pedro, después de pedirle al Señor el poder andar sobre el mar tuvo temor y de pronto principió a hundirse (Mt. 14:29,30).

Las personas con temor evitan las responsabilidades; es fácil decir: no estoy preparado, si tuviera una buena educación, lo haría de no ser por mi edad, si tuviera el talento que otros tienen para hablar, etc. Lo que estamos permitiendo al enemigo es que nos inutilice por completo. Sin embargo, el Señor nos infunde una confianza plena, en la que por su fortaleza podemos hacerlo todo, como lo dijo el apóstol: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13).

III.      ¿CÓMO SER LIBRES DEL TEMOR?
¿Permitimos que nuestros labios sean sellados cuando queremos proclamar las buenas nuevas por temor a otros? Cuántas veces nos hemos limitado a callar por temor al qué dirán. Simplemente hagamos nuestras las palabras: “En Dios he confiado; no temeré, ¿qué puede hacerme el hombre?” (Sal. 56:11).

El Señor en su ministerio terrenal caminó seguro porque sabía quién era su Padre. El salmista nos relata el secreto de su propia experiencia: “Busqué a Jehová y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Sal. 34:4). La diferencia que nos debería de distinguir es la persona en quien depositamos nuestra confianza. David no confiaba en su propia fuerza, sino que en el poder de Dios. El apóstol Pablo expresó: “Si Dios está por nosotros ¿Quién contra nosotros? (Ro. 8:31-39). Es cierto, satanás es poderoso, pero nuestro Dios es todopoderoso, Aleluya.

Un arma poderosa contra el temor es una fe robusta y atrevida en la persona y la palabra de Dios (He. 12:2; Ro. 10:17). Constantemente estaremos siendo asediados por dardos de fuego del maligno; contra tal ataque debemos estar cubiertos con el yelmo (renovación de la mente). Dios nos ha provisto otra arma poderosa contra el temor, el Espíritu Santo por medio de quien podemos disfrutar una vida victoriosa, pues nos ha investido con un poder sobrenatural. Los discípulos de Jesucristo una vez experimentado   el día de pentecostés nunca más fueron los mismos (inseguros, dudosos, cobardes). Más adelante son incapaces de dejar de decir lo que habían visto y oído (Hch. 4:19-22). La Biblia dice: “Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

CONCLUSIONES
·      Permitir pensamientos de temor, es abrirle la puerta a satanás para que exista un verdadero temor que atormente.
·      Para vencer el temor hay que experimentar que el amor controla nuestra vida.
·      No importa lo grande o pequeño que sea su habilidad, el Señor puede usarla para su gloria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario