El
perdón
No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis
y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Lucas 6:37
INTRODUCCIÓN
Una de las formas de tratar
las heridas del alma es el perdón. Sólo el perdón muchas veces traerá verdadera
libertad. Hay quienes acuden únicamente a la oración para ser libres, y no es
que las menospreciemos, pero para ser libres de la amargura, el enojo, rechazo,
etc., es necesario el perdón.
I.
PERDONANDO
COMO DIOS QUIERE
Efesios 4:32 muestra que
debemos perdonar como Dios perdonó. Déjeme recordarle que nosotros en otro
tiempo estábamos alejados de Dios por el pecado. Dios, que es rico en
misericordia (Neh. 9:17), envió a su hijo para que por medio de su sacrificio
obtuviéramos el perdón (Ef. 1:7; Col. 1:14; 1 Jn. 1:9).
Cuando Dios perdona a alguien
se olvida (Is. 43:25; He. 8:12). Su misericordia es tan grande que cuando
venimos ante él con un corazón arrepentido nos recibe sin importarle nuestra
condición (Lc. 15:20). ¿Cuántas veces Dios nos ha perdonado? como humanos que
somos, hacerlo más de una vez resulta difícil; sin embargo, ésta es la fórmula
celestial. ¿Hasta cuándo entenderemos que debemos perdonar sin estar contando?
(Mt. 18:21).
Ejemplo de cómo debemos
perdonar son los casos de José, quien es tipo de Cristo (Gn. 50:19,20) y el
padre de la parábola del hijo pródigo quien no puso condiciones sino que dice:
“lo besó una y otra vez” (Lc. 15:20).
II.
LO
QUE PRODUCE EL PERDÓN
Tomando el ejemplo de nuestro
Señor Jesucristo, el de los deudores citado en Mateo 18:27, vemos que el rey
“soltó” a su deudor. El griego utiliza la palabra APHESIS que denota un
despido, una liberación; es traducida generalmente como perdón. El siervo de
aquel rey quedó libre de cancelar la numerosa deuda. El hecho de haber sido
perdonado lo colocó en una posición de confianza nuevamente.
Pero al igual que este siervo
a quien perdonaron diez mil talentos, hoy muchos de nosotros no podemos o no
queremos perdonar una cantidad inferior, esas pequeñeces, ofensas, etc., que
alguien nos hace. ¿Cuántos de nosotros echamos a la cárcel a otros?, porque no
hacemos misericordia como también nos la han hecho a nosotros.
Mientras no perdonemos
estaremos atados, inclusive aun cuando la persona haya fallecido. Puede ser que
lo que nos esté afectando sean cosas que hicieron o dijeron en el pasado.
Cuando algo o alguien nos
causa una herida en el alma, la mayoría de veces optamos por resolverlo
terminando con la relación, no dirigiéndole la palabra o alejándonos. Algunos
inclusive optan por vengarse; sin embargo, esto no alivia el malestar. Seguimos
ligados a esa persona, pues difícilmente olvidamos lo que nos ha hecho. En el
evangelio de Juan capítulo 20 y verso 23, se nos dice que a quien remitamos los
pecados (no el pecado) le serán remitidos y a quien se los retengamos no le
serán perdonados.
Nuestra actitud debe ser como
la del Señor Jesucristo, debemos perdonar de corazón (Lc. 23:34). Sólo así
podremos demandar que nos perdonen.
Volviendo al relato de Mateo
18 del siervo malvado, cuando éste echó a la cárcel a su consiervo, el rey
envió verdugos (funcionarios de justicia que ejecutan la pena de muerte) para
que pagara todo lo que debía.
Sólo al perdonar obtendremos
sanidad en nuestro interior; al desatar a la persona, Dios quita el dolor de la
herida.
Otro de los beneficios al
practicar el perdón lo son que nuestras oraciones serán oídas (Mr. 11:25), nos
perdonarán (Lc. 6:37), podremos expresar amor (Lc. 7:47) y hasta ser sano
físicamente (Sal. 32:1-5).
III. LA FALTA DE PERDÓN
El no comprender y recibir el
perdón de Dios, así como el no ofrecer
amor incondicional o perdón a otra persona, son dos causas principales de
sufrimiento. Muchos como el siervo de la parábola, no entendemos el perdón. El
siervo malvado pensaba que todavía era deudor del Señor y que debía trabajar
más tiempo hasta reunir la suma que debía. El no comprender que la deuda ha
sido cancelada hace que los tormentos del resentimiento, la culpa, la ansiedad,
etc., carguen a la persona.
Cuando estamos luchando por
creer que tenemos una deuda que pagar o cobrar. Unos porque cometieron y otros
porque fueron víctimas de algo desagradable. Déjeme recordarle que nos podemos
acercar al trono de la gracia, en donde está sentado un Dios justo que se
compadece de cada uno, pues es misericordioso.
Pero así como recibimos el
perdón de Dios para poder perdonar a otro, primeramente debemos perdonarnos a
nosotros mismos. La ira y el resentimiento contra uno mismo son tan
perjudiciales como cuando van dirigidos a otras personas.
CONCLUSIONES
· Sólo
el perdón puede desatar del pasado.
· La
falta de perdón da derechos al enemigo.
· Así
como hemos sido puestos en libertad, sin deudas, al recibir el perdón de Dios
hagamos lo mismo con nuestros semejantes (Ro. 13:8).
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