jueves, 26 de abril de 2012

El Perdón



El perdón

No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Lucas 6:37

INTRODUCCIÓN
Una de las formas de tratar las heridas del alma es el perdón. Sólo el perdón muchas veces traerá verdadera libertad. Hay quienes acuden únicamente a la oración para ser libres, y no es que las menospreciemos, pero para ser libres de la amargura, el enojo, rechazo, etc., es necesario el perdón.

I.          PERDONANDO COMO DIOS QUIERE
Efesios 4:32 muestra que debemos perdonar como Dios perdonó. Déjeme recordarle que nosotros en otro tiempo estábamos alejados de Dios por el pecado. Dios, que es rico en misericordia (Neh. 9:17), envió a su hijo para que por medio de su sacrificio obtuviéramos el perdón (Ef. 1:7; Col. 1:14; 1 Jn. 1:9).

Cuando Dios perdona a alguien se olvida (Is. 43:25; He. 8:12). Su misericordia es tan grande que cuando venimos ante él con un corazón arrepentido nos recibe sin importarle nuestra condición (Lc. 15:20). ¿Cuántas veces Dios nos ha perdonado? como humanos que somos, hacerlo más de una vez resulta difícil; sin embargo, ésta es la fórmula celestial. ¿Hasta cuándo entenderemos que debemos perdonar sin estar contando? (Mt. 18:21).

Ejemplo de cómo debemos perdonar son los casos de José, quien es tipo de Cristo (Gn. 50:19,20) y el padre de la parábola del hijo pródigo quien no puso condiciones sino que dice: “lo besó una y otra vez” (Lc. 15:20).

II.        LO QUE PRODUCE EL PERDÓN
Tomando el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, el de los deudores citado en Mateo 18:27, vemos que el rey “soltó” a su deudor. El griego utiliza la palabra APHESIS que denota un despido, una liberación; es traducida generalmente como perdón. El siervo de aquel rey quedó libre de cancelar la numerosa deuda. El hecho de haber sido perdonado lo colocó en una posición de confianza nuevamente.

Pero al igual que este siervo a quien perdonaron diez mil talentos, hoy muchos de nosotros no podemos o no queremos perdonar una cantidad inferior, esas pequeñeces, ofensas, etc., que alguien nos hace. ¿Cuántos de nosotros echamos a la cárcel a otros?, porque no hacemos misericordia como también nos la han hecho a nosotros.

Mientras no perdonemos estaremos atados, inclusive aun cuando la persona haya fallecido. Puede ser que lo que nos esté afectando sean cosas que hicieron o dijeron en el pasado.

Cuando algo o alguien nos causa una herida en el alma, la mayoría de veces optamos por resolverlo terminando con la relación, no dirigiéndole la palabra o alejándonos. Algunos inclusive optan por vengarse; sin embargo, esto no alivia el malestar. Seguimos ligados a esa persona, pues difícilmente olvidamos lo que nos ha hecho. En el evangelio de Juan capítulo 20 y verso 23, se nos dice que a quien remitamos los pecados (no el pecado) le serán remitidos y a quien se los retengamos no le serán perdonados.

Nuestra actitud debe ser como la del Señor Jesucristo, debemos perdonar de corazón (Lc. 23:34). Sólo así podremos demandar que nos perdonen.

Volviendo al relato de Mateo 18 del siervo malvado, cuando éste echó a la cárcel a su consiervo, el rey envió verdugos (funcionarios de justicia que ejecutan la pena de muerte) para que pagara todo lo que debía.

Sólo al perdonar obtendremos sanidad en nuestro interior; al desatar a la persona, Dios quita el dolor de la herida.

Otro de los beneficios al practicar el perdón lo son que nuestras oraciones serán oídas (Mr. 11:25), nos perdonarán (Lc. 6:37), podremos expresar amor (Lc. 7:47) y hasta ser sano físicamente (Sal. 32:1-5).

III.      LA FALTA DE PERDÓN
El no comprender y recibir el perdón  de Dios, así como el no ofrecer amor incondicional o perdón a otra persona, son dos causas principales de sufrimiento. Muchos como el siervo de la parábola, no entendemos el perdón. El siervo malvado pensaba que todavía era deudor del Señor y que debía trabajar más tiempo hasta reunir la suma que debía. El no comprender que la deuda ha sido cancelada hace que los tormentos del resentimiento, la culpa, la ansiedad, etc., carguen a la persona.

Cuando estamos luchando por creer que tenemos una deuda que pagar o cobrar. Unos porque cometieron y otros porque fueron víctimas de algo desagradable. Déjeme recordarle que nos podemos acercar al trono de la gracia, en donde está sentado un Dios justo que se compadece de cada uno, pues es misericordioso.

Pero así como recibimos el perdón de Dios para poder perdonar a otro, primeramente debemos perdonarnos a nosotros mismos. La ira y el resentimiento contra uno mismo son tan perjudiciales como cuando van dirigidos a otras personas.

CONCLUSIONES
·      Sólo el perdón puede desatar del pasado.
·      La falta de perdón da derechos al enemigo.
·      Así como hemos sido puestos en libertad, sin deudas, al recibir el perdón de Dios hagamos lo mismo con nuestros semejantes (Ro. 13:8).

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