sábado, 31 de marzo de 2012

La ministración del alma


La ministración del alma

El espíritu del señor esta sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del señor. Lucas 4:18,19

INTRODUCCIÓN
La Biblia declara que el hombre es un  ser tripartito en proceso de restauración. La obra en nuestra alma se inicia con el bautismo en agua, sin embargo es necesario seguir todo un proceso para tratar con ésta, porque es allí donde se generan toda clase de problemas que afectan nuestra vida espiritual; las relaciones con los demás y el aspecto físico, inclusive. La ministración, es un recurso de parte del Señor para todo aquel cristiano que reconozca su necesidad y que desea tener un alma con salud espiritual.

I.      QUÉ ES MINISTRACIÓN
Ministrar es servir, auxiliar, ayudar al cuerpo de Cristo. Es una gracia que Dios da por medio de la cual el cristiano puede escudriñar por el espíritu su alma, detectando deformaciones, ataduras, vicios, herencias y todo aquello que mal se sembró en la vida anterior, aún en el vientre.

El evangelio de Juan menciona dos ejemplos que nos enseñan claramente sobre lo que es la ministración. Nuestro Señor le había dado vida a Lázaro, quien había muerto cuatro días atrás. Lázaro una vez vuelto a la vida salió de la tumba pero con vendas que le ataban las manos y los pies. El Señor ordenó a hombres que se encontraban en ese momento que le desataran (Jn. 11:38-44).

Lo ocurrido con Lázaro es exactamente lo que nosotros necesitamos después de haber tenido un encuentro con la vida. Que nos quiten todo estorbo que nos impide movilizarnos con libertad.

Otro ejemplo es el ocurrido al apóstol Pedro. El Señor poniéndose al nivel de un siervo lavó los pies de sus discípulos, pero cuando llegó a Pedro se resistió, pues no comprendía lo que su maestro hacía. Tras la respuesta del Señor que si no se dejaba lavar los pies no tendría parte con él, dejó que lo hiciera. Posteriormente, el Señor mismo explicó que todos, menos Judas, estaban limpios, excepto los pies (Jn.  13:5).

El lavatorio de pies indudablemente representa la limpieza que debemos tener debido a que contraemos contaminaciones por caminar en este mundo.

II.     POR QUÉ DEBEMOS MINISTRAR EL ALMA
A.    Es una prioridad enseñada por el Señor, preocupándose de la parte interna del hombre, antes que procurar el bienestar del cuerpo (Mt. 9:1-8; 3 Jn.  1:2).
B.      Tiempo atrás, al vivir según la corriente de este siglo, nuestra alma fue reprogramada por el enemigo (Gn.  3:11).
C.    En la actualidad, al haber sido trasladados al reino de la luz, se da una batalla interna entre la nueva y vieja naturaleza (alma mal formada en el pasado), la cual necesita ser reformada (Col.  1:13; Ro. 7:21-23; 1 P. 2:11).
D.    Hay emisarios de parte del enemigo especializados, cuyo propósito es estorbar nuestra relación con el Señor y hermanos en la fe (Ef. 6:10-12).
E.      Por un deseo de pureza o consagración (Est. 2:12; Ap. 22:11).

III.   QUÉ PUEDE AFECTAR EL ALMA
Con frecuencia muchos cristianos pasan por esta vida sufriendo profundamente debido a circunstancias que tienen su raíz u origen en el pasado, inclusive antes de su nacimiento.

El propósito de la sanidad interna es que los miembros del cuerpo de Cristo sanen de las heridas para que la plenitud de Jesucristo pueda fluir a través de sus vidas.
Gran parte de los problemas son de tipo emocional, teniendo una estrecha relación con la mente. Las heridas son producto de cosas que dicen o hacen en contra de nosotros y que pueden afectarnos de forma ascendente. Primero es una herida, luego pasa a resentimiento, después amargura, luego odio, después rebelión, pudiendo llegar finalmente hasta el suicidio (Ef. 4:31).

Las causas por las cuales se pueden ocasionar heridas son, entre otras, las relaciones rotas entre padre y madre; el rechazo; los malos tratos, maldiciones, el abuso sexual o la violencia; entregas, pactos, herencias, hechicerías.

Antes de llegar a Cristo estuvimos tan programados por Satanás que éramos como esos proyectiles que se diseñan y construyen para recorrer una determinada órbita y luego destruirse. Nuestra mente es como la tierra, la cual al no ser cultivada y cuidada es invadida por maleza. Los pensamientos  tienen tres fuentes: uno mismo, el diablo y Dios. En este sentido, debemos examinar de dónde provienen esos pensamientos.

La nueva vida comienza con un cambio de mente, que es el  arrepentimiento. Notamos pues que la mente es el primer territorio que hay que invadir y poseer (2 Co. 10:5; Ro. 8:6). Una estrategia del enemigo es  venir con acusación y condenación, y para ello tenemos que ponernos la coraza de justicia; y cuando exista confusión calzarnos con el Evangelio y ceñirnos con la paz de Dios.

Otro ataque contra la mente es la incredulidad, para lo cual hay que tomar el escudo de la fe, y contra la duda y el temor usar la Palabra de Dios.

Los ancestros también tienen su parte influyente en nuestra conducta, pues heredamos genéticamente rasgos positivos o negativos de nuestros antepasados (Ex. 20:5,6;  1 P. 1:17,18).

El cristiano no mantendrá liberación o libertad hasta que su voluntad sea libre, logrando así la voluntad de Dios y lo que él le ha llamado a ser. La salvación que fue operada en nuestro ser  es Dios libertando al hombre de su voluntad que es sojuzgada por el príncipe de este siglo, creada natural, animal, carnal y autosuficiente pudiendo llegar hasta la pasividad; es decir, incapacidad para tomar decisiones.

Siempre seremos nosotros quienes hagamos la escogencia; tú escoges hacer la voluntad de Dios. El principio para ser  libre es la sumisión a Dios y la resistencia a la maldad. Dios nunca sustituye su voluntad por la del hombre. El hombre será siempre responsable por lo que haga (Ro. 6:12-23).

El alma mal enseñada (viciosa y engañosa) trata de  buscar un escape, esto lo hace a través de practicar el pecado, llegando a degenerarse, dando lugar a ataduras, opresiones, obsesiones, hasta el estado de necesitar liberación y ministración (Mt. 12:43,44).

IV.   ELEMENTOS BÁSICOS DE LA MINISTRACIÓN
No existe un método de cómo ministrar el alma, pues cada caso debe ser tratado particularmente. A continuación explicaremos algunos puntos clave en la ministración.

A.   Recurrir a un ministro: El Señor ha levantado hermanos y hermanas que velan por nuestras almas. Debemos recurrir a ellos, considerando su madurez y disposición para ser usados por el Espíritu Santo (2 S. 12:1-7). Cuando una casa estaba contaminada con lepra se  recurría al sacerdote, el cual sometía la casa a un proceso de limpieza (Lv. 14:35).

B.    Disposición para ser libre: En un gran porcentaje la responsabilidad es del ministrante. Debemos acudir a ministración con la decisión voluntaria y firme de renunciar a todo aquello que nos afecta; a crucificar la carne (Lc. 18:22-24; Sal. 51:17). Esto conlleva exponer ante el Señor nuestra necesidad, así como cuando se acude al médico para que analice la causa de nuestra enfermedad. La confesión liberta, quitando derechos al enemigo (Pr. 28:13;  Sal. 32:5; Stg. 5:16).

C.  La palabra y el poder de Dios: Jesucristo es la palabra viva, y todo aquel que acude a él creyendo será levantado (Pr. 18:10). Recordemos que fue por su palabra que el caos del principio fue ordenado (He. 1:2); de igual manera es poderosa para ordenar nuestra vida (2 Ti. 3:16; He. 4:12). Esta palabra, como el agua, nos limpia y salva el alma (Stg. 1:21). Otro ingrediente indispensable es la ministración conforme al poder de Dios (1 P. 4:11; Is. 10:27).

Estas dos armas son poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Co. 10:4).

D.   Vestirnos del nuevo hombre: Una vez nos hemos arrepentido, rendido la voluntad y cerrado puertas para que no se vuelva a incurrir en la misma falta, es necesario renovar nuestra mente y vestirnos del nuevo hombre, cambiando de valores o actitudes negativas en positivas. Alimentando nuestro espíritu con las cosas del Espíritu (Ef. 4:22-32). Sólo de ésta manera poseeremos nuestra alma victoriosamente.

CONCLUSIONES
·         Dios se ha propuesto hacer su obra de restauración en nuestro ser íntegro: espíritu, alma y cuerpo (Fil. 1:6).
·         Ministrarse es una necesidad cuando reconocemos o el Espíritu nos muestra que hay  áreas, estorbos o actitudes que no agradan a Dios y afectan la relación con el cuerpo de Cristo.
·         No proveer para los deseos de la carne, para que nuestra alma no continúe siendo contaminada (Ro. 13:14).
·         Dios utilizara el vaso que quiera cuando éste se deje usar por su Espíritu, debiendo evitar el ministrado todo prejuicio del ministrante.

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