sábado, 31 de marzo de 2012

El Espíritu Santo y la ministración


El Espíritu Santo y la ministración

¿O pensáis que la escritura dice en vano: el espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?  Santiago 4:5

INTRODUCCIÓN
Indudablemente que la labor de ministración no será posible sin el auxilio del Espíritu Santo. No se puede hacer la obra de Dios con esfuerzo propio. El Espíritu Santo que está modelando la imagen de Cristo en nosotros se vale de muchos métodos, uno de ellos es la ministración.

I.      EL ESPÍRITU SANTO
El pueblo de Israel fue libertado de la esclavitud de Egipto por medio de Moisés. Posteriormente Josué se convirtió en el líder que guio al pueblo a tomar la tierra de Canaán. Lo sucedido al pueblo de Israel es sombra para nosotros.

Cristo nos libró del reino de las tinieblas y nos ofrece vida abundante. Para alcanzarla delegó al Espíritu Santo para que nos ayude. Pero esa tierra, estaba poblada por reyes a quienes Dios  mando a desalojar. Josué que guiaba al pueblo de Israel, indicaba la estrategia  a utilizar para vencerlos. Así el Espíritu Santo nos guiará de tal forma que venzamos en las batallas para poseer nuestra alma.

Otra figura que nos muestra el trabajo de Cristo y el Espíritu Santo es la  roca de la cual brotó agua mientras el pueblo de Israel transitaba el desierto (Ex. 17:1-7). Cristo es la roca, y el agua el Espíritu Santo. Por eso Cristo dijo que si alguno tenía sed, fuera a él y bebiera. Quien creyera en él de su interior correrían ríos de agua viva. (Jn. 7:37,38). Esos ríos de agua viva, representan el poder de Dios actuando en nuestras vidas.

Mientras el pueblo de Israel avanzaba rumbo a Canaán, Dios ordenó a Moisés construir una tienda en donde el habitó. Éste tabernáculo estaba compuesto por Atrio, Lugar Santo y Lugar Santísimo. Estas divisiones son un claro ejemplo de la integración del ser humano.

El hombre es un ser tripartito compuesto por cuerpo, alma y espíritu. En cada división del tabernáculo ministraban determinados sacerdotes. En el Lugar Santísimo solo el sumo sacerdote podía ministrar, figura de Cristo quien trata con nuestro espíritu. Los sacerdotes que ministraban en el Lugar Santo simbolizan a los siervos del Señor que realizan su labor a nivel de nuestra alma.

Entre los muebles que se encontraban en el Lugar Santo estaban: el Candelero, cuya luz es tipo del Espíritu Santo revelando o evidenciando lo que hay en nuestra alma. El Espíritu muestra la raíz de nuestro problema proveyendo así mismo la solución. Áreas del alma o inclusive enfermedades físicas que no podrán ser descubiertas a menos que el Espíritu muestre lo que motivó tal deformación.

Comer los panes que se encontraban en el Lugar Santo significa primeramente, que quien ministra debe alimentarse con la palabra, instruirse para dar un consejo apropiado. Pero también, significa tragarse lo que el ministrado le participe. Son cosas que deben quedarse en nuestro vientre y que no deben salir, posteriormente se debe llevar delante de Dios la necesidad del hermano en el altar del incienso.

El incienso representa la oración por medio de la cual se mantiene la comunión con Dios. Solo de esta forma vamos a percibir lo que Dios quiere decir. Si nosotros deseamos ser amigos de Dios necesitamos frecuentarlo, cultivar esa relación por medio de la oración (1 Ts. 5:17). Para quien ministra es vital estar en la presencia de Dios, de otra manera estará ministrando en la carne.

El sumo sacerdote que ministraba en el Lugar Santísimo pedía por el auxilio de Dios para resolver los problemas del pueblo. Para que nosotros entremos al Lugar Santísimo necesitamos estar llenos del Espíritu, pues de otra manera no entramos, ya que allí está la gloria de Dios y en esa luz van a ser resueltos los problemas de todos.

II.     LOS DONES DEL ESPÍRITU
El Señor Jesucristo desarrolló su ministerio terrenal con el auxilio del Espíritu Santo. En él se movían los dones de discernimiento, palabra de ciencia, milagros, etc. En una ocasión cuando entraba a una sinagoga, había una mujer encorvada hacía 18 años. Él no oró por su enfermedad, reprendió un espíritu de enfermedad y ella quedo libre de su enfermedad (Lc. 13:10-13).

Pero hoy en Espíritu reparte dones (1 P. 4:10). Él reparte a quien él quiere de manera que edifique al cuerpo de Cristo. Hay diversidad de dones, no solo para discernir, sino para dar la palabra que el ministrado necesita (1 Co. 12:7-11).

Quien ministra debe anhelar los dones que le serán de utilidad para desempeñar con eficacia lo que le han encomendado (1 Co. 12:31).

El libro de los Hechos muestra cómo el Espíritu obró a través de los dones del Espíritu Santo. Pablo por medio del discernimiento de espíritus entendió que un espíritu de adivinación había en una muchacha, quien le salía a su encuentro y le adulaba (Hch. 16:16).

Por el Espíritu se puede dar palabra de ciencia o de sabiduría, se puede ministrar fe o sanidad según el Espíritu indique. Pero nunca hay que hacer nuestros propios moldes al ministrar. El Espíritu conoce mejor que nosotros el caso, él determinara un curso correcto de acciones. Recordemos que la ministración es una batalla espiritual que no se puede ganar en la carne. Su estrategia no la puede trazar el ingenio humano (Ef. 6:12).

III.    LOS EFECTOS EN LA MINISTRACIÓN
El relato del buen samaritano es una sombra de las heridas que sufre el alma en el pasado y la forma cómo pueden ser curadas. El buen samaritano, quien representa a los que ministran, aplico aceite y vino para curar al necesitado (Lc. 10:29-37).

El aceite es tipo del Espíritu y actúa para ablandar algo duro o un tumor. Ahora entendemos la acción de Espíritu en nuestra vida. Cuántas veces nos hemos sentido cargados o con estorbos. Al buscar el auxilio del Señor él nos unge con su Espíritu y la dureza o el dolor desaparece (Pr. 27:9).

El otro elemento medicinal es el vino y que también representa al Espíritu; generalmente, cuando se emplea, se habla del efecto que produce el Espíritu, como lo es el gozo (Pr. 31:6; Gá. 5:22).

Nuestro Señor enseño que al recibir al Espíritu sobre nosotros nos seria suministrado poder (Hch. 1:8). Este poder no es para utilizarlo antojadizamente, sino para glorificar su nombre.

CONCLUSIONES
·         El Espíritu Santo que mora en nosotros está grabando la imagen de Jesucristo, de manera que seamos presentados santos y sin mancha.
·         La ministración efectiva es aquella en la que el Espíritu nos guía.
·         Para actuar en el Espíritu es necesario permanecer sensibles a la dirección del Espíritu Santo.

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