El
Espíritu Santo y la ministración
¿O pensáis que la escritura dice en vano:
el espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Santiago
4:5
INTRODUCCIÓN
Indudablemente que la labor
de ministración no será posible sin el auxilio del Espíritu Santo. No se puede
hacer la obra de Dios con esfuerzo propio. El Espíritu Santo que está modelando
la imagen de Cristo en nosotros se vale de muchos métodos, uno de ellos es la
ministración.
I. EL ESPÍRITU SANTO
El pueblo de Israel fue
libertado de la esclavitud de Egipto por medio de Moisés. Posteriormente Josué
se convirtió en el líder que guio al pueblo a tomar la tierra de Canaán. Lo
sucedido al pueblo de Israel es sombra para nosotros.
Cristo nos libró del reino de
las tinieblas y nos ofrece vida abundante. Para alcanzarla delegó al Espíritu
Santo para que nos ayude. Pero esa tierra, estaba poblada por reyes a quienes
Dios mando a desalojar. Josué que guiaba
al pueblo de Israel, indicaba la estrategia
a utilizar para vencerlos. Así el Espíritu Santo nos guiará de tal forma
que venzamos en las batallas para poseer nuestra alma.
Otra figura que nos muestra
el trabajo de Cristo y el Espíritu Santo es la
roca de la cual brotó agua mientras el pueblo de Israel transitaba el
desierto (Ex. 17:1-7). Cristo es la roca, y el agua el Espíritu Santo. Por eso
Cristo dijo que si alguno tenía sed, fuera a él y bebiera. Quien creyera en él
de su interior correrían ríos de agua viva. (Jn. 7:37,38). Esos ríos de agua
viva, representan el poder de Dios actuando en nuestras vidas.
Mientras el pueblo de Israel
avanzaba rumbo a Canaán, Dios ordenó a Moisés construir una tienda en donde el
habitó. Éste tabernáculo estaba compuesto por Atrio, Lugar Santo y Lugar
Santísimo. Estas divisiones son un claro ejemplo de la integración del ser
humano.
El hombre es un ser
tripartito compuesto por cuerpo, alma y espíritu. En cada división del
tabernáculo ministraban determinados sacerdotes. En el Lugar Santísimo solo el
sumo sacerdote podía ministrar, figura de Cristo quien trata con nuestro
espíritu. Los sacerdotes que ministraban en el Lugar Santo simbolizan a los
siervos del Señor que realizan su labor a nivel de nuestra alma.
Entre los muebles que se
encontraban en el Lugar Santo estaban: el Candelero, cuya luz es tipo del
Espíritu Santo revelando o evidenciando lo que hay en nuestra alma. El Espíritu
muestra la raíz de nuestro problema proveyendo así mismo la solución. Áreas del
alma o inclusive enfermedades físicas que no podrán ser descubiertas a menos
que el Espíritu muestre lo que motivó tal deformación.
Comer los panes que se
encontraban en el Lugar Santo significa primeramente, que quien ministra debe
alimentarse con la palabra, instruirse para dar un consejo apropiado. Pero
también, significa tragarse lo que el ministrado le participe. Son cosas que
deben quedarse en nuestro vientre y que no deben salir, posteriormente se debe
llevar delante de Dios la necesidad del hermano en el altar del incienso.
El incienso representa la
oración por medio de la cual se mantiene la comunión con Dios. Solo de esta
forma vamos a percibir lo que Dios quiere decir. Si nosotros deseamos ser
amigos de Dios necesitamos frecuentarlo, cultivar esa relación por medio de la
oración (1 Ts. 5:17). Para quien ministra es vital estar en la presencia de
Dios, de otra manera estará ministrando en la carne.
El sumo sacerdote que
ministraba en el Lugar Santísimo pedía por el auxilio de Dios para resolver los
problemas del pueblo. Para que nosotros entremos al Lugar Santísimo necesitamos
estar llenos del Espíritu, pues de otra manera no entramos, ya que allí está la
gloria de Dios y en esa luz van a ser resueltos los problemas de todos.
II. LOS DONES DEL ESPÍRITU
El Señor Jesucristo desarrolló
su ministerio terrenal con el auxilio del Espíritu Santo. En él se movían los
dones de discernimiento, palabra de ciencia, milagros, etc. En una ocasión
cuando entraba a una sinagoga, había una mujer encorvada hacía 18 años. Él no
oró por su enfermedad, reprendió un espíritu de enfermedad y ella quedo libre
de su enfermedad (Lc. 13:10-13).
Pero hoy en Espíritu reparte
dones (1 P. 4:10). Él reparte a quien él quiere de manera que edifique al
cuerpo de Cristo. Hay diversidad de dones, no solo para discernir, sino para
dar la palabra que el ministrado necesita (1 Co. 12:7-11).
Quien ministra debe anhelar
los dones que le serán de utilidad para desempeñar con eficacia lo que le han
encomendado (1 Co. 12:31).
El libro de los Hechos
muestra cómo el Espíritu obró a través de los dones del Espíritu Santo. Pablo
por medio del discernimiento de espíritus entendió que un espíritu de
adivinación había en una muchacha, quien le salía a su encuentro y le adulaba
(Hch. 16:16).
Por el Espíritu se puede dar
palabra de ciencia o de sabiduría, se puede ministrar fe o sanidad según el
Espíritu indique. Pero nunca hay que hacer nuestros propios moldes al
ministrar. El Espíritu conoce mejor que nosotros el caso, él determinara un
curso correcto de acciones. Recordemos que la ministración es una batalla
espiritual que no se puede ganar en la carne. Su estrategia no la puede trazar
el ingenio humano (Ef. 6:12).
III. LOS
EFECTOS EN LA MINISTRACIÓN
El relato del buen samaritano
es una sombra de las heridas que sufre el alma en el pasado y la forma cómo
pueden ser curadas. El buen samaritano, quien representa a los que ministran,
aplico aceite y vino para curar al necesitado (Lc. 10:29-37).
El aceite es tipo del
Espíritu y actúa para ablandar algo duro o un tumor. Ahora entendemos la acción
de Espíritu en nuestra vida. Cuántas veces nos hemos sentido cargados o con
estorbos. Al buscar el auxilio del Señor él nos unge con su Espíritu y la dureza
o el dolor desaparece (Pr. 27:9).
El otro elemento medicinal es
el vino y que también representa al Espíritu; generalmente, cuando se emplea,
se habla del efecto que produce el Espíritu, como lo es el gozo (Pr. 31:6; Gá.
5:22).
Nuestro Señor enseño que al
recibir al Espíritu sobre nosotros nos seria suministrado poder (Hch. 1:8).
Este poder no es para utilizarlo antojadizamente, sino para glorificar su
nombre.
CONCLUSIONES
·
El
Espíritu Santo que mora en nosotros está grabando la imagen de Jesucristo, de
manera que seamos presentados santos y sin mancha.
·
La
ministración efectiva es aquella en la que el Espíritu nos guía.
·
Para
actuar en el Espíritu es necesario permanecer sensibles a la dirección del
Espíritu Santo.
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