La
autoridad en la ministración
Y todos se asombraron de tal manera que discutían
entre si, diciendo: ¿qué es esto? Una enseñanza nueva con autoridad el manda
aun a los espíritus inmundos y le obedecen. Marcos 1:27
INTRODUCCIÓN
Dios es la autoridad suprema
de todo el universo (Sal. 103: 19). Él es quien delega autoridad para guardar
el orden, en el ámbito civil, en la iglesia y en el hogar (Tit. 3:1; 1 Co.
11:3). La autoridad es dada de arriba. Sin embargo, poder y autoridad son dos palabras que tienen una
estrecha relación.
I. EJERCIENDO AUTORIDAD
Proverbios 18:10 dice: Torre
fuerte es el nombre de Jehová, a él correrá el justo, y será levantado. Dios
constituye un verdadero refugio, una verdadera protección (Sal. 27:1). A nivel
tierra, Dios a partir de Adán delegó autoridad.
Autoridad es la capacidad o
poder con el que uno ha sido investigado. El Señor en su ministerio terrenal
obró maravillas porque había sido delegado por el Padre (Jn 3:35).
Posteriormente él llamó a sus discípulos y les dio poder y autoridad sobre los demonios y para sanar toda
enfermedad (Lc. 9:1). Él les dijo que no temieran. Cuando ellos se enfrentaban
contra el enemigo apelaban no a la autoridad propia sino a la autoridad que les
habían dado (Lc. 10:17).
David cuando se enfrento a
Goliat lo pudo vencer porque no llego con sus fuerzas, él dijo “Vengo en el
nombre de Jehová” (1 Sam. 17:45). David que es figura de Cristo venció a Goliat
(Satanás), nosotros como súbditos suyos, estamos del lado de quien ya ganó la
batalla.
Él nos da un arma poderosa
como lo es la delegación de autoridad. Cuando decimos al enemigo “Venimos o te
ordenamos en el nombre de Jesús”, asumimos la posición como si él estuviera
presente.
La autoridad no consiste en
gritos desaforados o estridentes, pues no depende del que grite más fuerte. En una ocasión se
ministraba a una persona con problemas de rebeldía, al haber acciones violentas
y ante la falta de autoridad de quien ministraba, un grupo de hermanos
acudieron volviéndose aquello un remolino. Ante tal situación, se presentó el
encargado del grupo y pidió que la soltaran. Comenzó a hablar a la persona
violentada, pero en un tono diferente ministrando a la vez amor. Aquella
persona cambio inmediatamente. Recordemos que la autoridad no se impone, se
reconoce (Mt. 7:29).
Cuando nos han dado autoridad
hay que saber ejercerla. Cuando hemos aprendido a estar bajo autoridad se puede
ejercer adecuadamente (Mt. 8:9).
A pesar de que a todos los
cristianos nos fue delegada la autoridad en la misma medida, no en todos se manifiesta
como un arma poderosa. La autoridad se recibe por la investidura de poder que
viene de lo alto y la manera como este poder se mantenga (Lc. 24:49). La
autoridad será efectiva cuando el vaso se mantenga en sujeción y camine en
consagración.
El grado de autoridad está
determinado por la forma como nos conducimos. Cuando nos sometemos al señorío
de Cristo y andamos en el Espíritu (Stg. 4:7).
CONCLUSIONES
·
Quien
cree en el Señor Jesucristo y ha sido delegado de parte suya, posee la
autoridad para pelear contra las huestes del mal sabiendo que el Señor ya
venció al enemigo de nuestra alma.
·
Cuando
tomamos el poder del Espíritu junto con la autoridad del nombre de Cristo, se
crea una combinación poderosa.
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