sábado, 31 de marzo de 2012

Ética en la ministración


Ética en la ministración

Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de dios.  1 Pedro 4:10

INTRODUCCION
La ministración es una bendición, pero al mismo tiempo puede ser motivo para alejar a otros hermanos, evitando que puedan ser beneficiados. Muchas de las razones radican en el mal uso de métodos, falta de atención, sabiduría o bien la escasa preparación espiritual por parte de quien ministra. Esto es muy importante, pero no como para estar juzgando al ministro, pues es Dios quien lo utilizará como un medio para traer aceite sobre nuestra herida.

I.      EL MINISTRANTE
Quien ministra debe ser una persona reconocida y delegada por el ministro encargado de la congregación. Se requerirá de éste: madurez y preparación espiritual para desempeñar su labor con eficiencia.

Quien ministra debe inspirar confianza. Al igual que el sacerdote del Antigua Testamento que comía en el lugar santo panes de la proposición, así quien ministra se quedará con aquello que el ministrado le confesó, evitarlo divulgarlo, pues de lo contrario estará faltando a la confianza que le brindaron. Esto no quiere decir que se consienta el pecado, en todo caso debe siempre actuar con misericordia, recordando que está allí para edificar, restaurar y nunca para destruir (Lc. 24:5-9; Gal. 6:2).

El que ministra debe ministrar  bajo la guianza del Espíritu Santo, teniendo como base para orientar o aconsejar al necesitado las escrituras, evitando involucrar sus sentimientos (2 Ti. 3:16).

Al ministrar el alma de los hermanos deberá actuar con imparcialidad en todos los casos que se presenten, sin hacer acepción de personas por ningún motivo (Stg. 2:1-9).

La preparación es importante. Tener una devocional, de oración o de intimidad con Dios, le será de gran ayuda, pues solamente de esta manera dirá o hora lo que Dios le indique o no se guiará por sus sentidos naturales (Jer. 23:18).

Así como el médico escucha al paciente, se debe prestar atención al ministrado; hay que atender lo que él desee hablar o confesar, sabiendo que es el Espíritu el que mostrará la raíz de su necesidad (Lc. 6:45). Si hay algo que preguntar, que sea guiado por el Espíritu mismo.

El ministrante debe enseñar al ministrado a renunciar a todo aquello que esté afectando, a perdonar y pedir perdón, y nunca a obligarlo a hacerlo si no lo desea (Mt. 6:12).

II.     EL MINISTRADO
Es recomendable que tanto el ministrado como el ministrante sean del mismo sexo. En caso contrario el ministrante deberá tomar las medidas necesarias (testigo-a-) o ayudas para evitar todo tipo de comentario o inclusive llegar a cometer hechos deshonrosos.

La condición vital que debe reunir todo aquel que desee ser sanado en su interior, es la disposición firme y voluntaria para que el Señor haga la obra. Muchos reconocen el área que les está afectando, lo confiesan pero muy pocos se proponen a incurrir en lo mismo.

Cuando buscamos ministración es necesario acercarse con un corazón contrito y humillado, pues al altivo Dios no lo ve (Sal. 51:17). Externamente puede haber manifestaciones de arrepentimiento, pero con un corazón satisfecho por lo efectuado. Tal actitud no es del agrado del Señor, pues él lo que ve es lo profundo del corazón y conoce sus intenciones (Jer. 17:9,10).

En el libro de los Hechos vemos cómo los creyentes de Éfeso venían dando cuenta de sus hechos con la disposición de renunciar, de echar a la basura lo que tanto daño les había causado (Hch. 19:18).

III.   LA MINISTRACIÓN
Es recomendable que la ministración se realice  en horarios y lugares adecuados, esto con el ánimo de evitar escándalos,  ya que no todos entienden lo que esto significa. El lugar debe ser lo más cómodo posible y debe contar con el mobiliario y accesorios  útiles (sillas, papel higiénico, bote de basura, etc.).

La oración es un medio para auxiliar al hermano necesitado. Recordemos que quien ministra está desempeñando el papel de sacerdote; es Dios quien de acuerdo a la necesidad responderá rompiendo amarras, quitando yugos, estorbos, sanando heridas, etc.

CONCLUSIONES
·           Quien ministra puede o no ser un vaso útil en las manos del Señor. Debe estar limpio y apartado para glorificar su nombre.
·           La madurez espiritual, la oración, la unción y el amor constituyen elementos importantes en la preparación del ministrante.
·           El ministrado debe acudir a la ministración con un corazón sencillo, dispuesto para que el Señor haga la obra en su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario