Ética
en la ministración
Según cada uno ha recibido un don especial,
úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la
multiforme gracia de dios. 1 Pedro 4:10
INTRODUCCION
La ministración es una
bendición, pero al mismo tiempo puede ser motivo para alejar a otros hermanos,
evitando que puedan ser beneficiados. Muchas de las razones radican en el mal
uso de métodos, falta de atención, sabiduría o bien la escasa preparación
espiritual por parte de quien ministra. Esto es muy importante, pero no como
para estar juzgando al ministro, pues es Dios quien lo utilizará como un medio
para traer aceite sobre nuestra herida.
I. EL MINISTRANTE
Quien ministra debe ser una
persona reconocida y delegada por el ministro encargado de la congregación. Se
requerirá de éste: madurez y preparación espiritual para desempeñar su labor
con eficiencia.
Quien ministra debe inspirar
confianza. Al igual que el sacerdote del Antigua Testamento que comía en el
lugar santo panes de la proposición, así quien ministra se quedará con aquello
que el ministrado le confesó, evitarlo divulgarlo, pues de lo contrario estará
faltando a la confianza que le brindaron. Esto no quiere decir que se consienta
el pecado, en todo caso debe siempre actuar con misericordia, recordando que
está allí para edificar, restaurar y nunca para destruir (Lc. 24:5-9; Gal.
6:2).
El que ministra debe
ministrar bajo la guianza del Espíritu
Santo, teniendo como base para orientar o aconsejar al necesitado las
escrituras, evitando involucrar sus sentimientos (2 Ti. 3:16).
Al ministrar el alma de los
hermanos deberá actuar con imparcialidad en todos los casos que se presenten,
sin hacer acepción de personas por ningún motivo (Stg. 2:1-9).
La preparación es importante.
Tener una devocional, de oración o de intimidad con Dios, le será de gran
ayuda, pues solamente de esta manera dirá o hora lo que Dios le indique o no se
guiará por sus sentidos naturales (Jer. 23:18).
Así como el médico escucha al
paciente, se debe prestar atención al ministrado; hay que atender lo que él
desee hablar o confesar, sabiendo que es el Espíritu el que mostrará la raíz de
su necesidad (Lc. 6:45). Si hay algo que preguntar, que sea guiado por el
Espíritu mismo.
El ministrante debe enseñar
al ministrado a renunciar a todo aquello que esté afectando, a perdonar y pedir
perdón, y nunca a obligarlo a hacerlo si no lo desea (Mt. 6:12).
II. EL MINISTRADO
Es recomendable que tanto el
ministrado como el ministrante sean del mismo sexo. En caso contrario el
ministrante deberá tomar las medidas necesarias (testigo-a-) o ayudas para
evitar todo tipo de comentario o inclusive llegar a cometer hechos deshonrosos.
La condición vital que debe
reunir todo aquel que desee ser sanado en su interior, es la disposición firme
y voluntaria para que el Señor haga la obra. Muchos reconocen el área que les
está afectando, lo confiesan pero muy pocos se proponen a incurrir en lo mismo.
Cuando buscamos ministración
es necesario acercarse con un corazón contrito y humillado, pues al altivo Dios
no lo ve (Sal. 51:17). Externamente puede haber manifestaciones de
arrepentimiento, pero con un corazón satisfecho por lo efectuado. Tal actitud
no es del agrado del Señor, pues él lo que ve es lo profundo del corazón y
conoce sus intenciones (Jer. 17:9,10).
En el libro de los Hechos
vemos cómo los creyentes de Éfeso venían dando cuenta de sus hechos con la
disposición de renunciar, de echar a la basura lo que tanto daño les había
causado (Hch. 19:18).
III. LA MINISTRACIÓN
Es recomendable que la
ministración se realice en horarios y
lugares adecuados, esto con el ánimo de evitar escándalos, ya que no todos entienden lo que esto
significa. El lugar debe ser lo más cómodo posible y debe contar con el
mobiliario y accesorios útiles (sillas,
papel higiénico, bote de basura, etc.).
La oración es un medio para
auxiliar al hermano necesitado. Recordemos que quien ministra está desempeñando
el papel de sacerdote; es Dios quien de acuerdo a la necesidad responderá
rompiendo amarras, quitando yugos, estorbos, sanando heridas, etc.
CONCLUSIONES
·
Quien
ministra puede o no ser un vaso útil en las manos del Señor. Debe estar limpio
y apartado para glorificar su nombre.
·
La
madurez espiritual, la oración, la unción y el amor constituyen elementos
importantes en la preparación del ministrante.
·
El
ministrado debe acudir a la ministración con un corazón sencillo, dispuesto
para que el Señor haga la obra en su vida.
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