La
liberación del alma
Amados, os ruego como a extranjeros y
peregrinos, que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el
alma. 1 Pedro 2:11
INTRODUCCIÓN
El vivir una vida agradable a
Dios depende de nosotros. En el holocausto que se hacía en la antigüedad,
encontramos que entre los elementos usados estaba la leña y el fuego (Lv.
6:12,13). La leña se debía de llevar, mientras que el fuego no; llevar fuego
significaba llevar fuego extraño. Dios enviaba de su fuego y lo que requería es
que se llevara la leña (Lv. 10:1,2).
La leña es figura de la
manera de vivir en la carne, a eso se debía que el fuego no se apagara y
ardiera constantemente (Lv. 6:12). Muchos caen en el error de gritar a voz en
cuello que después e creer en Cristo como nuestro salvador, se está limpio,
automáticamente perfecto, que somos vencedores.
La Biblia enseña que tenemos
que seguir entregándonos, que el alma debe ser limpiada continuamente. Muchas
veces aun nos afecta la vida pasada; arrastramos malos recuerdos, traumas,
etc., y todo esto no es borrado en un instante. Si esto fuera así, las
escrituras no pidieran al cristiano que renueve su mente (Ef. 4:22,23). Si el
cristiano ya estuviera renovado, ¿por qué entonces se hace tal demanda?. La renovación de la mente se da en la medida
de la entrega. Si no hay una entrega personal, la mente permanece sucia,
pudiendo llegar al extremo de que espíritus inmundos influencien o dominen el
alma.
I. NUESTRA RESPONSABILIDAD
El apóstol Pedro dice: Os
ruego, no dice ruega Dios que te abstenga de las concupiscencias, o dile a Dios
que te quite esos deseos. Quiere decir que somos nosotros los que vamos a dar
lugar o no. Dios se encarga de su parte, pero somos nosotros los que vamos a
abstenernos de satisfacer las concupiscencias de la carne. El que dijo Señor
hasta mi vida daré por ti, momentos después lo estaba negando. La mejor lección
que podemos aprender de la palabra es que reconozcamos que tenemos que poner la
leña y Dios la purificación por medio del fuego. Llevar la leña es decirle al
Señor aquí estoy, límpiame, yo voy a abstenerme (Jn. 13:9).
Cuando el Señor entro al
templo a limpiarlo con látigo en mano, porque habían necios que no salían, no
era el momento de decirles: señores este templo es mío, tengan la bondad de
salir. Los cambistas hubieran seguido en sus negocios. El Señor dijo: Ésta es
mi casa y casa de oración será llamada, y los echo fuera (Mt. 21:13). Momentos
después los cambistas se prepararon para introducir sus mesas al templo; al ver
lo que deseaban, el Señor se retiró dejando vacío el templo. Jesús más tarde
pronunció que de ese templo no quedaría nada en pie, porque cuando Dios
abandona un lugar es destruido (Mt. 23:38).
II. EL ESPIRITU SANTO Y LA LIBERACION DEL ALMA
El Espíritu Santo esta
morando en un templo que se llama Iglesia, el cual está construido por piedras
vivas (Jn. 14:23). ¿Cuándo antes el Espíritu Santo había hecho morada en algún
ser? Nunca, fue hasta que el Señor ascendió al cielo que el Padre lo envía
sobre ciento veinte en la fiesta de Pentecostés (Hch. 2:4).
El “Os ruego” del apóstol
Pedro va dirigido a toda la Iglesia dispersa en todo el mundo y que es
extranjera (Ef. 2:19) para que se comporte como tal, que se abstenga de las
cosas del mundo. Abstengámonos de las concupiscencias de la carne, de lo
contrario lloraremos después lagrimas como las de Esaú, quien vendió su
primogenitura (He. 12:15,16).
Todavía no estamos
glorificados, no estamos inmaculados, mejor pongámonos delante de la presencia
del Señor, porque nadie puede decir que no tiene tentaciones; ahora las
concupiscencias pelean contra el alma, pero Dios quiere por medio del Espíritu
Santo limpiar (Stg. 4:1); la palabra dice: Te ruego que te abstengas, que te
niegues a los deseos de la carne.
Nuestra alma necesita ser
libre de egoísmo, envidias, hipocresías, engaños, contaminaciones, herencias, y
de muchas cosas más que el Espíritu Santo nos ira revelando para que sean
limpiadas. Abramos nuestro corazón, todos necesitamos liberación del alma cada
día; es más importante la salud interna. Puede parecer que son cosas pequeñas y
que por lo mismo no merezcan atención, mentira, son las zorras pequeñas las que
echan a perder las viñas (Cnt. 2:15).
Dios nos anhela limpios,
consagrados. Entendamos que nosotros no somos infalibles, podemos fallar, protejámonos
con el Señor, él es nuestro escudo, nuestro amparo, pero nosotros abstengámonos
de los deseos de la carne que pelean contra el alma. Tú y yo queremos ver libre nuestra alma; solo peleando contra
las concupiscencias, contra los deseos de la carne, pero con el poder de Dios,
VENCEREMOS.
CONCLUSIONES
·
Es
nuestra responsabilidad mantener el templo del Señor limpio.
·
Anhelemos
la liberación del alma para que el Espíritu fluya, como ríos de agua viva.
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