La
Batalla Interior
Porque el deseo de la carne es contra el
espíritu y el del espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al
otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis. Gálatas 5:17
INTRODUCCIÓN
En la vida de Abraham vemos
una figura de lo que es la lucha entre la carne y el espíritu. Abraham, al
haber estado en Egipto tomó como sierva a Agar, quien concibió a Ismael figura
de la carne. De igual manera nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones
de nuestra carne, satisfaciendo sus deseos (Ef. 2:1-30), siendo desagradables
delante de Dios (Ro. 8:7,8).
Posteriormente nace el hijo
de la promesa, Isaac. Siendo éste realmente el hijo de Abraham y no el carnal
(Ro. 9:8), ocurre que mientras Ismael e Isaac estaban en casa, había una lucha
constante entre ambos. Fue hasta que Abraham decidió echar fuera a Ismael que
el conflicto terminó.
De igual forma hay un
conflicto que se libra en el interior de todo aquel que ha nacido de nuevo y
que va a durar el tiempo que estemos sobre la faz de la tierra. Esta lucha se
da entre la carne y el espíritu; ésta es una batalla de la cual tenemos que
salir vencedores. Estudiemos pues en detalle cómo se produce la batalla
interior.
I. LA CARNE Y SU NATURALEZA
Carne del original griego sarx,
siendo una de sus aplicaciones la siguiente definición: elemento más débil de
la naturaleza humana (Mt. 26:41); es la parte donde se asienta el pecado del
hombre (1 Jn. 2:16). La Biblia hace una distinción de dos tipos de individuos,
uno cuya naturaleza es carnal o sensual, controlado por los sentidos animales o
por la naturaleza humana (Ro. 7:5) y otro que tiene vida espiritual (1 Co.
2:14-15).
El hombre carnal vive
satisfaciendo los deseos engañosos producidos por el pecado (Ef. 4:22). Ocupa
su mente en las cosas de la carne (Ro. 8:5), sin poder agradar a Dios (Ro.
8:9). Quien siembra para la carne segará corrupción, obteniendo como fruto la
muerte (Ro. 7:5); sus deseos pueden convertirse en pasiones.
El Señor por medio del
apóstol Pablo nos insta a limpiarnos de toda inmundicia de la carne (2 Co.
7:1), pues Dios no toma lo que proviene de una naturaleza carnal; es decir, lo
que no es motivado por el espíritu (Gn. 4:5).
Estábamos tan acostumbrados a
la manera de vivir anterior que podemos aún desenvolvernos en el Señor
carnalmente (Fil. 3:3-7). Podemos
mencionar como obras de la carne, entre otras; las envidias, enemistades,
pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, borracheras,
impureza, sensualidad, etc. las cuales combaten contra el alma, llegando a
reprimir el espíritu (1 P. 2:11).
II. ANDANDO EN EL ESPÍRITU
La actitud de todo aquel que
no ha nacido de nuevo es estar crucificando la carne con sus pasiones (Gá. 5:24), andar por el espíritu (Gá. 5:16) y
vestirse del Señor Jesucristo (Ro. 13:11-14).
El Señor Jesucristo previo al
ir a la cruz rindió su voluntad, de igual manera nosotros debemos decidirnos a
rendir nuestra voluntad, no dando lugar a las obras de la carne. La carne pide que se le satisfaga pero no debemos contemplarla o seguirla
alimentando. Sólo de esta manera la hacemos morir. Ésta batalla por anular la
carne no se ganará mediante un acuerdo o consentimiento, tenemos que
aniquilarla por el espíritu. Es, por lo tanto, nuestra decisión vivir atados,
menguados o vivir una vida libre y abundante.
Él delegó al Espíritu Santo
para que nos ayude en nuestra debilidad (Ro. 8:26) y podamos por el espíritu
anular la carne. Se requiere que andemos en el espíritu para no cumplir con los
deseos de la carne. Será nuestro sometimiento al espíritu lo que nos dará la
victoria en esta batalla (Ro. 8:13).
Continuamente nos
enfrentaremos a dos impulsos, los de la carne y los del espíritu. Debemos
discernir de donde provienen nuestros pensamientos, intenciones y deseos. Si son
de la carne rechazarlos y a cambio de estos vestirnos del Señor Jesucristo
(Col. 3:5-17). Mientras más nos acerquemos a la luz, habrá más evidencia de las
tinieblas que hay en nosotros, pero en la medida que nos ejercitemos para ésta
batalla estaremos en mejores condiciones para ser vendedores.
CONCLUSIONES
·
Andar
en la carne fue una práctica de la pasada manera de vivir, satisfaciendo sus
deseos engañosos.
·
Quien
ha nacido de nuevo experimenta en su interior un conflicto: la oposición entre
el espíritu y la carne.
·
Andar
en el espíritu es someternos a sus impulsos, dejándonos guiar por él; sólo de
ésta manera no cumpliremos con los deseos de la carne.
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