sábado, 31 de marzo de 2012

El viejo hombre


El viejo hombre

Que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos… Efesios 4:22

INTRODUCCIÓN
Leyendo el capítulo 7 del libro de Romanos, vemos la descripción de un inconverso y en el 8, la descripción de un cristiano que está luchando contra la carne. En este tema estudiaremos cómo es posible anhelar ser espiritual y al mismo tiempo ser un desastre en nuestra personalidad.

I.      LA ANTERIOR MANERA DE VIVIR
Hay quienes se preguntan ¿pero, no somos salvos ya?, ¿no somos de Cristo? Claro que sí, sin embargo llevamos arrastrando una naturaleza vieja que tiene que ser echada fuera de nosotros; no puede ser renovada.

Cuando fuimos creados, derivados de Adán caído, nos fue transmitida la muerte. No podíamos hacer nada que agradara a Dios. El hombre invento religiones, y muchos de nosotros estábamos ahí, pretendiendo llegar a Dios. La gente, ignorante o culta, se refugia en una religión; la mayoría de veces para escapar de las frustraciones por no haber alcanzado nada de nada en la vida, y otras por haber triunfado en algo, pero que no desean.

Si la frustración es producto de no haber alcanzado un propósito, la Biblia habla en el capítulo 6 verso 16 del libro de Romanos, de las consecuencias para todo aquel que rechaza lo que realmente le hubiera hecho libre.

El hombre fue creado para gloria de Dios, pero cayó en desgracia y haga lo que haga nunca encontrará satisfacción  en sí mismo. El hombre se propone alcanzar una meta, un triunfo, una victoria sobre los demás, adquiriendo poder, riqueza y gloria. Pero todo ello es una evasión. Es como cuando Adán pecó, escondido detrás del árbol, queriendo ocultarse de Dios; él sabía que le preguntarían en qué situación está. ¿Qué está haciendo detrás de ese pretexto? Puede ser que parezca victorioso con una sonrisa, pero ¿qué habrá detrás?...

El día que el Señor planeó la redención del hombre, decidió salvarle y quitarle la frustración; de lo contrario, para qué sacarlo del mundo. Sería como  sacarlo sediento del mundo, y habiendo en la casa del Señor abundante agua, no satisfacerlo. El programa de Dios para Israel cuando lo sacó de Egipto era: Te sacaré de Egipto y te llevaré a una tierra que fluye leche y miel (Ex. 3:8). El camino del desierto no era el destino final, era un camino necesario para conocer más de Dios.

¿Usted puede imaginarse que lo rescaten del mundo, donde no tenía nada efectivo para Dios y ahora en la nueva vida tampoco tenga nada? El ofrecimiento de nuestro Señor es disfrutar una vida plena (Jn.  10:10). La Biblia relata que la vida del hombre no consiste en la cantidad de bienes que posea sino en la abundancia que Cristo hablaba (Mt.  16:26). Se imagina a Cristo con las bolsas llena de dinero no. Claro que lo necesitó cuando tuvo que pagar el impuesto, sin embargo, ¿quién más rico que él? Aunque no tenía ni una almohada  en donde reposar su cabeza, nunca le faltó nada para satisfacer sus necesidades.

¿Para qué quiere usted más dinero? ¿Para satisfacer su vanidad? Note que el rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita.

Si el Señor nos sacó de Egipto también nos dio las armas, los procedimientos para que disfrutemos de una vida plena. Cuántas veces vemos que la gente se emociona, salta, alaba y grita (y que no estamos contra eso), pero el problema es que después vemos a la misma persona deprimida, triste, porque tiene problemas en su interior. Cabe preguntarnos entonces, ¿a quién vamos a engañar?

Cuando el hombre desobedeció a su creador,  pronunció maldición sobre el mundo, cambiando su aspecto. El hombre, por su lado, pasó de jardinero de Dios a ser un siervo sin deleite. Su naturaleza empezó a envejecer y él encubrió su pecado. Al igual que Adán, tenemos el deterioro y no queremos que nos vean derrotados, evitando mostrar lo que realmente somos.

II.     DESPOJÁNDONOS DEL VIEJO HOMBRE
El Señor no mintió cuando por medio del apóstol Pablo dijo que nos llevaría a ser nuevas criaturas (2 Co. 5:17). Él nos quiere hacer nuevos, sin frustraciones. Dios maldijo la tierra, pero aún los irracionales saben que habrá una liberación (Ro. 8:20-22).

El industrial, el intelectual, el agricultor, etc. se frustran; mucha gente principia menospreciándose hasta eliminarse totalmente. Lo sorprendente es que también nosotros, los que tenemos las primicias del Espíritu lo hacemos. Basta de vivir una vida doble. Busquemos ser libres de una vez por todas. O ¿esperaremos llegar al cielo para que nos liberen? Si esperamos llegar a la gloria para que seamos plenos, jamás podremos presentar un mensaje creíble al mundo; escucharan bellezas pero mirarán frustración.

El apóstol Pablo en su carta a la iglesia de Éfeso nos enseña que nuestra alma se vició en la anterior manera de vivir, haciendo así fuerte al viejo hombre. Hay quienes recurrían a la mentira, la ira, robo, malas palabras, amargura, maledicencia, malicia, etc. (Ef. 4:22-32).

El Señor espera que muramos voluntariamente como el murió en la cruz y no como los otros que le acompañaban en el calvario. A ellos los mataron porque aun estaban vivos, en su vana manera de vivir. A Cristo no lo mataron, él puso su vida (Jn. 19:30). De igual manera, nosotros debemos morir en consagración voluntaria o nos matan (Ro. 8:13). Antes de conocer a Cristo, la vida, se contemplaba solamente la  carne, pero al tener la vida espiritual aún hay motivo de frustración. En nuestro interior buscamos agradar al Señor, pero vemos que hay leyes que nos ligan al pasado.

La Biblia nos enseña que somos nosotros los que tenemos que despojarnos del viejo hombre; es decir, desechando pensamientos, actitudes, comportamiento negativo y cambiarlo por acciones que agradan a Dios y edifican a quienes nos ven y oyen.

Para realizar esta renovación han puesto en nuestro interior un poder sobrenatural que nos ayudará en nuestra debilidad (Ro. 8:26). Pero somos nosotros los que debemos decidirnos por no alimentar más al viejo hombre sino al nuevo. Sólo de ésta manera el mundo nos mirará como un producto deseable, sin mancha y sin arruga (Ef. 5:27).

CONCLUSIONES
·           La frustración tiene que desaparecer aquí, no importa el tiempo que tengas de estar en el Señor; cede las áreas contaminadas, no te quedes en el desierto, porque el plan de Dios es que habites en Canaán.
·           Ministra tu alma hacia la proyección del Espíritu, nadie puede ser esclavo de Satanás si está en Cristo, a menos que lo desee.
·           Deja que el Espíritu Santo trabaje tu alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario